Fabricando mantas de lana artesanales desde 1876

Conoce nuestra historia

Desde el primer ovillo que elegimos hasta el último punto que damos, cada pieza refleja el legado artesano que nos define. Al recorrer nuestras hebras, entrelazamos historias de generaciones; los colores, los tejidos y los diseños nacen de las vivencias de quienes forman parte de este proyecto familiar.

Todas las historias tienen un principio y el nuestro empieza aquí
1876

El nacimiento de La Fábrica

En 1876, en el pequeño pueblo de El Pont de Suert, al abrigo de los Pirineos y con el murmullo del río como banda sonora, nacía una ilusión hecha de lana y esfuerzo: La Fábrica de mantas. Fundada por nuestros antepasados con las manos curtidas por el trabajo y el alma llena de sueños, esta empresa familiar comenzó a tejer algo más que tejidos. En un tiempo donde la vida era dura y la montaña exigía abrigo y tenacidad, surgió un lugar donde la lana local se transformaba en calor, hogar y tradición.

Aprovechando la energía hidráulica del entorno y la lana de las ovejas de la comarca, la Fábrica no tardó en convertirse en un pilar para la comunidad. Los telares empezaron a cantar su melodía de hilos cruzados, y con cada manta nacía una historia. No era solo una industria, era un rincón donde se hilaban generaciones, donde cada pieza contenía el esfuerzo de una familia y el carácter de la montaña. Así empezaba nuestra historia, con humildad, tesón y mucho amor por lo bien hecho.

manejo artesanal
Nuestra historia: una manta tejida con generaciones
Pastores con el Tapabocas en 1942
1880 – 1890

Finales del siglo XIX – El tapabocas y la vida pastoril

A finales del siglo XIX, cuando el Pirineo era todavía más agreste y la vida en la montaña exigía coraje diario, el tapabocas se convirtió en el compañero inseparable de los pastores. Aquella gruesa manta de lana, sencilla y resistente, no era un lujo, era una necesidad vital. Hecha con los colores naturales de la lana —el blanco y el pardo—, y a veces decorada con rayas o cuadros, se recogía sobre los hombros y se desplegaba como capa cuando el frío calaba los huesos. No era solo una prenda: era refugio, escudo, hogar portátil.

Desde La Fábrica, estas mantas salían una a una, tejidas con la misma calma con la que se vive en la montaña. Cada tapabocas hablaba el idioma de las cimas, del ganado y de la nieve. Representaba la identidad de un oficio ancestral, el de quienes sabían leer el cielo y encontrar el camino aunque la niebla lo cubriera todo. El tapabocas no sólo abrigaba el cuerpo, también guardaba la dignidad y el saber de generaciones enteras.

1900

Principios del siglo XX – El tiempo del trueque

En los primeros años del siglo XX, cuando el dinero era escaso y la vida se tejía con sencillez, en La Fábrica se practicaba un comercio muy distinto al de hoy: el trueque. Las gentes de la comarca llegaban con sacos de lana al hombro, fruto del esquileo de sus propios rebaños, y se marchaban con mantas o hilos listos para coser. No había facturas, ni tickets, ni prisas. Solo un acuerdo de palabra, un apretón de manos firme y la mirada tranquila de quien sabía que el trato era justo.

Era una época en la que la confianza valía más que cualquier moneda. Cada intercambio tenía algo de ritual: se pesaba la lana, se hablaba del tiempo y del ganado, y se compartía una historia junto al telar. La Fábrica era más que un taller; era un punto de encuentro entre vecinos, un lugar donde se hilaban no solo tejidos, sino también relaciones, respeto y comunidad. En cada manta entregada había una promesa cumplida.

TANCATS TEMPORALMENT

Estarem fora fins el dia 15 de setembre

Fins a aquesta data no podrem atendre comandes.

Gràcies.